viernes, 6 de febrero de 2009

BENEDICTO XVI PRESENTA A LOS CONSAGRADOS EL EJEMPLO DE SAN PABLO EN LA VIVENCIA DE LA POBREZA CASTIDAD Y OBEDIENCIA

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 3 febrero 2009 (ZENIT.org).-
Benedicto XVI presentó en la noche de este lunes al apóstol Pablo como ejemplo para los consagrados a Dios, en el día en el que se celebraba la jornada que les ha dedicado la Iglesia.
Las palabras del Papa resonaron en la Basílica Vaticana, llena de religiosas, religiosos, y miembros de institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, tras la celebración eucarística presidida por el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación vaticana dedicada a su seguimiento.
Presentando el ejemplo ofrecido por san Pablo, nacido hace dos mil años, motivo por el cual el Papa ha proclamado el año paulino, subrayó cómo inspiró su vida misionera en los consejos evangélicos de la pobreza, la castidad y la obediencia. 
Se trata de los tres votos que pronuncian los religiosos en el momento en el que consagran públicamente su vida a Dios.
"En la vida de pobreza vio la garantía de un anuncio del Evangelio realizado de modo totalmente gratuito, que expresa al mismo tiempo la concreta solidaridad con los hermanos necesitados", afirmó el obispo de Roma.
"Acogiendo la llamada de Dios a la castidad, el Apóstol de las Gentes donó todo su corazón al Señor para poder servir con aún mayor libertad y dedicación a sus hermanos; además, en un mundo en el que los valores de la castidad cristiana tenían escasa ciudadanía, ofrece una referencia de conducta segura".
Por lo que se refiere al tercer consejo evangélico, la obediencia, Benedicto XVI manifestó "que el cumplimiento de la voluntad de Dios y la responsabilidad diaria, el desvelo por todas las Iglesias animaron, plasmaron y consumieron su existencia, ofrecida como sacrificio agradable a Dios".
El Papa también presentó a los consagrados la figura de san Pablo como misionero.
"En él, tan íntimamente unido a la persona de Cristo, reconocemos una profunda capacidad de conjugar vida espiritual y acción misionera; en él las dos dimensiones se reclaman recíprocamente".
Benedicto XVI se despidió de los consagrados dejándoles un consejo: meditar "cada día la Palabra de Dios con la práctica fiel de la lectio divina", la lectura orante de la Biblia.



Editado por: Wdelweiss

jueves, 5 de febrero de 2009

SALUDO A LA VIRGEN MARÍA DE SAN FRANCISCO DE ASÍS


San Francisco, «el hombre enamorado de Cristo» , vivía según la regla del santo Evangelio imitando a Jesús, hijo de María, le recomienda a sus hermanos que guarden la iglesia Santa María de los Ángeles llamada también "la Porciúncula", como casa-madre de la Orden. Todos los días, los religiosos sienten el deber urgente de rezar el Rosario. Y San Francisco invocaba a María como la protectora de la orden franciscana, con esta oración: ¡Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, virgen convertida en templo, y elegida por el santísimo Padre del cielo, consagrada por El con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo Paráclito; que tuvo y tiene toda la plenitud de la gracia y todo bien! ¡Salve, palacio de Dios! Salve, tabernáculo de Dios! ¡Salve, casa de Dios! ¡Salve, vestidura de Dios! ¡Salve, esclava de Dios! ¡Salve, Madre de Dios! ¡Salve también todas vosotras, santas virtudes, que, por la gracia e iluminación del Espíritu Santo sois infundidas en los corazones de los fieles para hacerlos, de infieles, fieles a Dios!


EDITA: EDELWEISS




domingo, 1 de febrero de 2009

HOLOCAUSTO DE LA VIDA CONSAGRADA



Ciertamente, la vida consagrada es un holocausto, porque es "una respuesta de amor TOTAL a Dios y a los hermanos" (VC 33). Y debe contener y expresar la característica de la totalidad" (VC 65). "Dios pide un compromiso TOTAL, que comporta el abandono de todas las cosas para vivir en intimidad con El y seguirlo a donde vaya" (VC 18). "La persona consagrada debe responder con la entrega incondicional de su vida, consagrando TODO, presente y futuro, en sus manos. Precisamente por esto, siguiendo a Santo Tomás, se puede comprender la identidad de la persona consagrada a partir de la totalidad de la entrega, equiparable a un auténtico holocausto" (VC 17).

Dios quiere que nuestra vida sea un holocausto de amor, una ofrenda de amor total. Esto significa que debemos aspirar constantemente a la santidad ( VC 93). Un consagrado que no quiera ser santo, que no sea aspirante a santo, está fuera de lugar. "Aspirar a la santidad es en síntesis el programa de toda vida consagrada... Un programa que debe empezar, dejándolo todo por Cristo" (VC 93).

La consagrada "cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace presente y operante en el mundo para la salvación de los hombres" (VC 72). Se puede decir que está en estado de misión permanente, pues al hacer "de Cristo el TODO de su existencia, se dedica totalmente a la misión.., se hace misión, como lo ha sido la vida entera de Jesús" (VC 72).

Las almas consagradas le entregan TODO a Dios por los votos. Le entregan su voluntad, su inteligencia, bienes, deseos, amores humanos...

En los momentos difíciles –que los hay-, debemos preguntarnos aquello que San bernardo le preguntó a un novicio y se preguntaba a sí mismo: ...”Si religios@ te hiciste ¿Dónde está la santidad? Dime con sinceridad, pues religios@ te hiciste. Religios@, ¿A qué viniste? Viniste a ser sant@ ¿No? Si viniste ¿Por qué no? Y si no, ¿por qué viniste? Por eso, es tan importante discernir las verdaderas vocaciones y animarlas a todas para que sean aspirantes a la santidad.

Con Jesús
todo es posible y podemos decir "Todo lo puedo en Aquél (Cristo) que me fortalece" (Fil 4,13). Con Jesús la victoria está asegurada.